¿Son idénticos el texto mayoritario y el texto original?


Introducción1

En los últimos años un pequeño pero creciente número de estudiosos del Nuevo Testamento han estado promoviendo lo que parece ser un regreso al Textus Receptus (TR), el texto griego en que se basa la versión del Rey Jaime (King James, en inglés) de la Biblia, pero no todo es como parece. En realidad, estos estudiosos lo que están haciendo es abogar por «el texto mayoritario», que es la forma del texto griego encontrada en la mayoría de manuscritos existentes. No es por accidente que el Textus Receptus se asemeje al texto mayoritario, ya que en su compilación Erasmo usó como media docena de manuscritos tardíos que eran los que tenía a su disposición. Como señala Hodges:
La razón de esta semejanza, a pesar de la forma poco científica en que se compiló el TR, es fácilmente explicable. La tradición textual que se encuentra en los manuscritos griegos es en su mayor parte tan uniforme que seleccionar uno de los manuscritos de entre la masa de manuscritos testigos casi siempre dará por resultado un manuscrito muy parecido a todos los demás. Así fue que cuando se imprimieron las primeras ediciones de la Biblia, las probabilidades favorecieron a los primeros editores que se basaron en manuscritos que representaban el texto mayoritario.2








Sin embargo, difícilmente se puede afirmar que el TR es idéntico al texto mayoritario porque en el TR hay numerosos pasajes que no están basados en ningún manuscrito griego o en muy pocos manuscritos. Es precisamente por esa razón es que los partidarios del texto mayoritario difieren en estos pasajes de los partidarios del TR. Ellos tienen argumentos más detallados, y más poderosos, que los partidarios del TR.
En un artículo anterior3 el autor del presente artículo interactuó con la teoría del texto mayoritario tal como ha sido expuesta concretamente en el The Greek New Testament according to the Majority Text.4 La interacción fue en su mayor parte con la singular defensa que hace Zane Hodges a favor del texto mayoritario. No todos los partidarios del texto mayoritario comparten su enfoque. En realidad, muchas de las críticas que se han hecho a la «reconstrucción sistemática» de la que habla Hodges en ese artículo, vienen de gente que es partidaria del texto mayoritario. El presente artículo, pues, es una crítica general de la teoría del texto mayoritario y específicamente busca interactuar con la defensa que hace Wilbur Pickering de esta.
El presente autor escribe desde la perspectiva de «eclecticismo razonado», la teoría de la crítica textual que está detrás de casi todas las modernas traducciones del Nuevo Testamento (con excepción de la versión New King James Version). Se discutirán tres temas del debate actual: las premisas teológicas de la teoría del texto mayoritario, la evidencia externa y la evidencia interna.

La preservación de la Escritura y el texto mayoritario

Para muchos partidarios del texto mayoritario o que favorecen el punto de vista del texto mayoritario hay una doctrina en la que se basa todo el enfoque. La premisa que sostienen ellos es que la doctrina de la preservación de la Escritura requiere que los manuscritos antiguos no se puedan relacionar directamente con el texto original de la Escritura en una mejor manera que los manuscritos más tardíos porque los manuscritos más antiguos son una minoría en número frente a la mayor cantidad de manuscritos tardíos.
Pickering también parece abrazar esta doctrina. Por ejemplo en 1968 él sostuvo que esta doctrina es «la más importante» y «que uno la crea es lo que marca la diferencia»5. Yendo más lejos, él vinculó de tal manera la doctrina de la preservación de la Escritura al texto mayoritario que la negación de esta última implica necesariamente la negación de la primera: «La doctrina de la preservación divina del texto del Nuevo Testamento depende de la interpretación de la evidencia que reconoce que el texto tradicional es la continuación de los autógrafos»6. En otras palabras, Pickering parece estar diciendo: «Si rechazamos la teoría del texto mayoritario, entonces estamos rechazando la doctrina de la preservación de la Escritura»7.
Esta premisa teológica tiene implicaciones de largo alcance. En primer lugar, Pickering acusa a Hort de estar prejuiciado contra el texto de tipo Bizantino: «Parece que Hort no llegó a su teoría después de una relación imparcial con los hechos. Mas bien, él deliberadamente empezó a construir una teoría que pudiera apoyar su animosidad preconcebida contra el Texto Recibido»8 ¿Pero acaso Pickering no ha hecho lo mismo? Su punto de vista particular sobre la preservación de la Escritura parece haber sido dictado por él para que la teoría a favor del texto mayoritario tenga que ser la correcta. Él afirma en cierto lugar:
Presumiblemente la evidencia es la misma tanto para el creyente como para el incrédulo, pero la interpretación de los hechos depende de las presuposiciones que se empleen. Que no se avergüencen los cristianos conservadores de sus presuposiciones —son más razonables que las del incrédulo …. Dios tienepreservado el texto del Nuevo Testamento…el texto tradicional es en todo el sentido de la palabra, exactamente eso.9
En otras palabras, de acuerdo a Pickering, parece que la presuposición del cristiano es que el texto mayoritario es el texto original. Aparentemente para muchos de los partidarios del texto mayoritario, abandonarlo sería dejar la ortodoxia. Si eso es así, entonces cualesquiera que sean los méritos de este punto de vista —y tiene muchos— se debe hacer énfasis que mientras los partidarios del texto mayoritario mantengan este punto de vista de la preservación, ninguna cantidad de evidencia los convencerá de que el eclecticismo razonado sea correcto, porque la teoría del texto mayoritario es una «declaración de fe»10. Y como Pickering lo ha expresado tan claramente, esto no es sólo una presuposición, es una doctrina.11
Esta premisa teológica en muchos aspectos es loable. Demasiados evangélicos han abandonado el aspecto de la fe cuando los asuntos se ponen difíciles. El hecho de que los proponentes de la teoría del texto mayoritario hayan mantenido esta posición doctrinal —a pesar de la cada vez más grande cantidad de evidencia— es una indicación de lo elevadas que son su piedad y convicción. Pero en ninguna parte explican ellos por qué este punto de vista de la preservación es doctrina bíblica.12 Por ejemplo, en un punto, Pickering afirma: «Yo creo que pasajes como Isa 40:8; Mat. 5:18…Juan 10:35 [etc.]…pueden razonablemente tomarse para implicar una promesa de que las Escrituras se preservarán para el uso del hombre (viviremos “de toda palabra de Dios”)».13 Pero él no da después ningún argumento, ninguna exégesis. Su única declaración clara acerca de la doctrina de la preservación es esta: «Dios ha preservado el texto del Nuevo Testamento en una forma muy pura y este ha estado fácilmente disponible a Sus seguidores de todas las épocas por 1900 años».14 No da ningún texto como prueba, sólo esa escueta declaración.15
El presente autor encuentra serios problemas en este punto de vista de la doctrina de la preservación, tres de los cuales se explican a continuación.16 Primero, la Escritura no establece la manera como Dios ha preservado el texto. Pudo haber sido en la mayoría de testimonios o en un puñado de testimonios. De hecho, teológicamente a uno le gustaría argumentar contra la mayoría: generalmente es el remanente, no la mayoría, quien está en lo correcto.17
Segundo, asumiendo que el texto mayoritario es el original, entonces esta forma pura del texto ha estado disponible sólo desde 1982.18 El Textus Receptus difiera de él en casi 2000 lugares —y tiene en efecto varias lecturas que «nunca se han encontrado en ningún manuscrito griego conocido» y decenas, quizás cientos de lecturas que dependen sólo de un puñado de manuscritos muy tardíos.19 Muchos de esos pasajes son de textos teológicamente significantes.20 Incluso de 1516 a 1881 virtualmente nadie tuvo acceso a ningún otro texto, un período de más de 350 años. En vista de todo esto es difícil entender lo que Pickering quiere decir cuando dice que este texto puro «ha estado disponible a los seguidores [de Dios] en todas las épocas a través de 1900 años».21 Eso de puro, parece ser un término relativo.
Tercero, asumiendo otra vez que el texto mayoritario es el original y que ha estado disponible para los cristianos por 1900 años, entonces debe haber estado disponible para los cristianos de Egipto en los primeros cuatro siglos. Pero se ha demostrado que esto no es cierto. Literalmente decenas de estudios en los últimos 80 años han demostrado este punto.22 Debido a consideraciones de espacio sólo se citará una reciente disertación doctoral. Después de una cuidadosa investigación de las citas del evangelio por parte de Dídimo, un escritor egipcio del siglo cuarto, Ehrman concluye: «Estos descubrimientos indican que no existió ningún texto “protobizantino” en Alejandría en la época de Dídimo, o si existió al menos no hizo ningún impacto en la corriente principal de la tradición textual que existía allí».23 Pickering se refiere a los testimonios tempranos de Alejandría como «corruptos» y provenientes de un «tubo de alcantarilla».24 Ahora bien, si esos manuscritos son realmente tan defectuosos y si eso es todo lo que había en Egipto en los tres o cuatro primeros siglos, entonces esta doctrina peculiar de la preservación está en serio peligro, porque esos antiguos cristianos egipcios no tuvieron acceso a la corriente pura del texto mayoritario. Si uno define la preservación en términos del texto mayoritario, entonces uno termina con una opinión que habla pobremente del cuidado soberano de Dios del texto en el antiguo Egipto.
En realidad, argumentar de la pureza de la corriente del texto Bizantino como opuesta a la contaminación introducida por el texto de los manuscritos Alejandrinos es barrer desproporcionadamente lo que son realmente las diferencias entre estos dos textos —tanto en cantidad como en cualidad. Por más de 250 años, los estudiosos del Nuevo Testamento han sostenido que ninguna variación textual afecta ninguna doctrina. Carson va más lejos cuando sostiene que: «nada de lo que nosotros consideramos doctrinalmente cierto y nada de lo que se nos ha ordenado hacer es puesto en peligro por las variantes textuales. Esto es cierto en cualquier tradición textual. La interpretación de pasajes individuales puede ser cuestionada, pero nunca se afecta a ninguna doctrina».25 Lo extraordinario aquí es que esto se aplica tanto a los textos críticos estándar del Nuevo Testamento en griego como al Texto Mayoritario de Hodges y Farstad; las variantes que hay entre ellos no afectan la doctrina.26
Si la calidad del texto (i.e., su pureza doctrinal) no está en juego, ¿qué, entonces, de la cantidad? ¿Qué tanto es diferente el Texto mayoritario del Greek New Testament (Nuevo Testamento en griego) de las Sociedades Bíblicas Unidas o del texto de Nestle-Aland? ¿Concuerdan ellos el 30 por ciento de las veces? ¿Concuerdan quizás el 50 por ciento de las veces? Esto se puede medir de manera general. Hay aproximadamente 300000 variantes textuales entre los manuscritos del Nuevo Testamento. El Texto mayoritario difiere del Textus Receptus en casi 2000 lugares. Así que concuerdan en más del 99 por ciento. Pero el Texto mayoritario difiere de los textos críticos modernos solamente en casi 6500 lugares. En otras palabras, los dos textos concuerdan en casi un 98 por ciento de las veces.27 No solo eso sino que la inmensa mayoría de esas diferencias son tan menores que ni se presentan en la traducción ni afectan la exégesis. En consecuencia, el texto mayoritario y el texto crítico son bastante similares, tanto en calidad como en cantidad.
En resumen: siempre que la doctrina de la preservación y la teoría del texto mayoritario se vinculan inseparablemente, parece que por más evidencia que haya no se puede superar la teoría del texto mayoritario.28 Pero si la doctrina de la preservación no está en juego, entonces los estudiosos y pastores evangélicos son libres de examinar la evidencia sin temor de abandonar la ortodoxia.29
Evidencia externa
La premisa principal de la teoría del texto mayoritario es esta: «Cualquier lectura que esté atestiguada abrumadoramente por la tradición de manuscritos es lo más probable que sea la original frente a otra(s) lectura(s) rival(es)».30 En otras palabras, cuando la mayoría de manuscritos están de acuerdo, esa lectura es la original.31 Los partidarios del texto mayoritario han convertido esta presunción en una probabilidad estadística.32 Pero en la investigación histórica, casi siempre la probabilidad estadística no tiene valor. David Hume, en su Ensayo sobre los milagros, argumentaba contra los milagros basado en la probabilidad estadística. La mayoría de la gente que conocía Hume jamás había resucitado. De hecho, él no conocía a nadie que hubiera resucitado. Pero la creencia en la resurrección de Cristo no está basada en probabilidades estadísticas, —existe una evidencia, que en este caso, supera las estadísticas.
En una investigación histórica, la presunción es tan sólo una presunción. Un gramo de evidencia vale lo que una libra de presunción. Se cuenta que en la época de Aristóteles los filósofos griegos habían desarrollado teorías complicadas acerca de lo que constituían las entrañas de una rana. De hecho, en general había un buen consenso acerca de esto, lo que podríamos llamar «el punto de vista mayoritario». Pero todo eso era presunción —y todo eso se trastornó tan pronto alguien hizo una incisión, abrió una rana y observó la evidencia.
En la crítica textual hay tres categorías de evidencia externa: los manuscritos griegos, las primeras traducciones a otros idiomas y las citas del Nuevo Testamento que se encuentran en los escritos de los padres de la iglesia. Si la teoría del texto mayoritario es correcta, entonces se esperaría que esta forma del texto (frecuentemente conocida como el texto Bizantino) se encontrara en los manuscritos griegos más antiguos, en las versiones más antiguas y en las citas de los primeros padres de la iglesia. No solo se esperaría encontrarlo allí sino también en la mayoría de manuscritos, versiones y citas de los padres de la iglesia.
Pero eso no es lo que se encuentra. Entre los manuscritos griegos existentes, lo que hoy se conoce como el texto mayoritario no se hizo mayoritario sino hasta el siglo noveno. De hecho, hasta donde revelan los testimonios existentes, el texto mayoritario no existe en los primeros cuatro siglos, Y no sólo eso, sino que en cuanto a las cartas de Pablo se refiere, no existe ningún manuscrito con el texto mayoritario de antes del siglo noveno. Abrasar la teoría del texto mayoritario en cuanto a las epístolas paulinas, requiere entonces de un salto de fe de 800 años.
Cuando Westcott y Hort desarrollaron su teoría de crítica textual, sólo conocían un manuscrito en papiro. Desde ese tiempo se han descubierto casi 100, de los cuales más de 50 son de mediados del siglo cuarto y ninguno de ellos pertenece al texto mayoritario. La teoría de Westcott y Hort, con todo y sus muchas imperfecciones (las cuales reconocen todos los críticos textuales), aparentemente sigue siendo correcta en su principio básico: el texto de tipo Bizantino —o texto mayoritario— no existió en los primeros tres siglos. La evidencia se puede visualizar como sigue, con la anchura de las barras horizontales indicando el número relativo de manuscritos existentes de cada siglo. [Century (Siglo), Alexandrian (texto Alejandrino), Western (texto Occidental), Byzantine (texto Bizantino) N. del T.]
Muchas hipótesis pueden aparecer acerca de por qué no hay manuscritos antiguos del tipo Bizantino. Pero una vez más, un gramo de evidencia vale que una libra de presunción. En la investigación histórica se debe empezar con la evidencia y luego formular las hipótesis.
Ese esquema no cuenta toda la historia. Los manuscritos griegos existentes —los testimonios principales del texto del Nuevo Testamento— en los primeros cuatro siglos no incluyen el texto Bizantino. ¿Pero qué acerca de las versiones y de los padres de la iglesia? ¿Atestiguan ellos el texto Bizantino en el período antiguo?
Muchas versiones fueron traducidas del griego en una fecha muy antigua. La mayoría de estudiosos consideran que el Nuevo Testamento fue traducido al latín en el siglo segundo d.C.33 —dos siglos antes de que Jerónimo produjera la Vulgata. Casi cien manuscritos existentes representan esta traducción Latina Antigua —y ellos atestiguan el texto de tipo Occidental. En otras palabras los manuscritos griegos que se utilizaron en la traducción no eran del tipo Bizantino. La versión Cóptica también data de una fecha muy temprana, probablemente del siglo segundo34 —y fue una traducción de manuscritos del tipo Alejandrino, no del tipo Bizantino. Las formas más antiguas de la versión Siríaca también son del tipo Occidental o del Alejandrino.35
¿Cuál es entonces la versión más antigua que esté basada en el texto mayoritario? En un estudio cuidadosamente documentado, Metzger señala que la versión Gótica es «la más antigua que represente… el tipo de texto Antioqueno [i.e., Bizantino]». 36 ¿Cuándo de produjo esa versión? A finales del siglo cuarto.
La importancia de estas versiones antiguas es doble:37 1) Ninguna de estas versiones producidas en los primeros tres siglos se baso en el texto Bizantino. Pero si la teoría del texto mayoritario es cierta, entonces cada una de estas versiones se basó en manuscritos griegos corruptos —a sugerencia que no le augura nada bueno a la protección providencial de Dios del texto del Nuevo Testamento, tal como se entiende esa protección desde la teoría del texto mayoritario.38 Pero si estas versiones se basaron en manuscritos corruptos, se esperaría que ellos provinieran (y hubieran sido usados) en una región aislada. Este no es el caso: las versiones Copta, Etíope, Latina y Siríaca vienen todas de la región Mediterránea. Aparentemente en ninguna de esas localidades se usó el texto Bizantino. Esta es una evidencia muy fuerte de que el texto Bizantino simplemente no existió en los primeros tres siglos —en ninguna parte.39 2) Aun en el caso de que una de estas versiones antiguas se hubiera basado en el texto mayoritario, eso sólo probaría que el texto mayoritario existió antes del siglo cuarto. Pero eso no probaría que era el texto mayoritario antes del siglo cuarto.40
Los escritores patrísticos antiguos son particularmente valiosos en la crítica textual porque la época el lugar donde vivieron. Muchos de ellos vivieron mucho antes de la fecha en que se data cualquier manuscrito griego existente de un libro en particular. Algunos vivieron en la primera o segunda mitad del siglo segundo. Si se pudiera determinar qué tipo de texto usaban ellos cuando mencionaban citas del Nuevo Testamento, esa información sería naturalmente de un valor muy grande. Pero generalmente los críticos textuales no les dan mucho peso a los padres de la iglesia. Existen algunas razones para ello, las cuales mencionamos a continuación. Primero, cuando un padre de la iglesia hace una cita del Nuevo Testamento no es posible siempre decir si está citando de memoria o de un manuscrito que hay tenido ante él. Segundo, un padre de la iglesia rara vez dice de qué libro cita. Él puede decir «como está escrito» o «tal como Pablo dice» o «Nuestro Señor dijo». Tercero, no existe ninguno de los documentos originales que escribieron los padres de la iglesia. Casi todas las copias de los escritores patrísticos antiguos vienen de la Edad Media. En otras palabras, la investigación textual en cuanto a los padres de la iglesia, se debe hacer con el fin de observar cómo atestiguan ellos del texto del Nuevo Testamento.
Este último problema es importante porque el texto Bizantino fue el texto mayoritario después del siglo noveno. Y prácticamente todas las copias de los padres viene del siglo noveno o más tarde. Cuando un escriba estaba copiando el texto del Nuevo Testamento citado por un padre de la iglesia, él naturalmente ajustaría el texto con el que él estuviera familiarizado.41Este hecho ha sido reconocido en los pasados 80 años. En 1912, Frederic G. Kenyon, crítico textual británico, escribió: «Sin tener ningún prejuicio contra el texto recibido [i.e., el texto Bizantino], se debe reconocer que, cuando se encuentran dos opciones, la que más se aparta del texto recibido es probable que sea la que usó originalmente el Padre en cuestión».42
Esta introducción al uso patrístico de la Escritura es necesaria para subrayar los dos puntos siguientes: 

1) Los estudios más antiguos, que estaban basados en las copias tardías de los padres de la iglesia y en ediciones que no fueron sujetas a la investigación textual no son útiles al momento de determinar lo que dijeron los padres de la Iglesia. Y es precisamente a esos estudios antiguos a los que apelan los partidarios del texto mayoritario.43 
2) Hasta donde conoce el que esto escribe, en los últimos 80 años todo estudio basado en la crítica textual ha concluido que el texto mayoritario nunca fue usado por los padres de la iglesia de los primeros tres siglos. Fee, a quien se considera una de las principales autoridades en patrística hoy en día, escribió:

En los últimos ocho años he estado recolectando evidencia patrística griega sobre Lucas y Juan para el Proyecto Internacional del Griego del Nuevo Testamento. En todo ese material he encontrado algo invariable: una buena edición crítica de un texto de un padre de la Iglesia, o el descubrimiento de un manuscrito antiguo, siempre aparta del TR al texto del padre de la Iglesia y lo acerca al texto de las modernas ediciones críticas.44
En otras palabras cuando se hace un estudio basado en la crítica textual de un texto de un padre de la Iglesia o cuando se descubren copias antiguas de los escritos de uno de ellos, el texto mayoritario no está presente. Los antiguos padres de la iglesia tenían un texto que se parece más al de las modernas ediciones críticas y menos al texto mayoritario.45
Al recabar la evidencia de los antiguos padres de la iglesia, basados en la investigación textual que se han hecho en los últimos 80 años en ninguno de los estudios se ha encontrado que los padres de la iglesia usaran durante los primeros tres siglos el texto mayoritario.46 Aunque en algunos de esos antiguos Padres se han encontrado lecturas Bizantinas, el más antiguo Padre de la iglesia en usar el texto Bizantino fue el hereje Asterio, un escritor del siglo cuarto.47
Toda la evidencia externa sugiere que no hay prueba que el texto Bizantino hubiera existido en los primeros tres siglos. No se ha encontrado en los manuscritos griegos existentes, ni en las versiones antiguas, ni en los antiguos padres de la Iglesia. Y este es un lazo de tres cuerdas que no es fácil de romper. A decir verdad, se han encontrado lecturas Bizantinas aisladas, pero no el texto de tipo Bizantino. Aunque algunas lecturas Bizantinas existieron tempranamente, el texto de ese tipo aparentemente no existió.48
Otro comentario que tiene que ver con la evidencia externa. En varias ocasiones los padres de la iglesia hicieron más que citar el texto. Ellos también discutieron variantes textuales. Holmes señala el valor de ello para la discusión actual.
La prueba final de que los manuscritos conocidos hoy en día no representan con seguridad el estado de cosas del los primeros siglos viene de las referencias patrísticas a las variantes una vez ampliamente conocidas pero encontradas hoy sólo en pocos o en ningún testimonio. El «final largo» de Marcos 16:9–20 {Marcos 16}, hoy se encuentra en una gran cantidad de manuscritos; pero aun así de acuerdo a Jerónimo «solo se encuentra en algunas copias del evangelio —casi todos los códices de Grecia no tienen este pasaje». Igualmente, en Mateo 5:22 él hace notar que «la mayoría de copias antiguas» no tienen la frase «sin causa»…la cual, sin embargo, se encuentra en la gran mayoría hoy en día.49
Metzger trata algunas referencias en Jerónimo, Orígenes y otros escritores antiguos donde una variante encontrada en la mayoría de manuscritos de una época se encuentra ahora en una minoría de manuscritos, así como el caso contrario.50 «En otras palabras, variantes que una vez estaban aparentemente en minoría hoy son dominantes, y vice versa; algunas que fueron dominantes hasta han desaparecido. Este solo hecho descarta cualquier intento de establecer cuestiones textuales por medio de medios estadísticos».51
Evidencia interna
La mayoría de los críticos textuales están persuadidos que la evidencia externa de los tres primero siglos está concluyentemente en contra del texto mayoritario. Pero sería una gran falsificación de los hechos decir que todos los testimonios del período antiguo concuerdan todo el tiempo el uno con el otro. Se reconoce muy bien que los manuscritos Bizantinos —de por lo menos el noveno o décimo siglos— son más uniformes que los manuscritos antiguos Alejandrinos u Occidentales. Algunos factores dan cuenta de esto, pero eso es accesorio para la presente discusión. La cuestión en este momento es esta: Cuando los manuscritos más antiguos no concuerdan el uno con el otro, ¿Cómo debe decidir el texto crítico cuál de ellos es el correcto?
Aquí es cuando la evidencia interna entra en escena. La evidencia interna tiene que ver con la determinación de cuál variante es la original con base en los hábitos y el estilo del autor. El objetivo es escoger la lectura que explique mejor el surgimiento de las otras.
En principio este proceso puede parecer subjetivo. Pero así y todo la gente lo sigue usando hoy en día —cada vez que lee el periódico. Por ejemplo, si alguien fuera a mirar en la columna de partidos perdidos y partidos ganados para el equipo de Los Angeles Lakers y ve 38 perdidos y sólo 12 ganados, la persona pensaría que al redactor se le cruzaron los números. Si vio un artículo de Harold Hoehner en el que se da el año 33 d.C. como la fecha de la crucifixión, el lector podría estar seguro de que fue un error de imprenta. Así que no toda evidencia interna es subjetiva pues de otra forma los correctores de estilo no tendrían trabajo.
El elemento central en los procedimientos empleados por Westcott y Hort…fue la evidencia interna de los documentos. Su alta estima por la tradición textual [Alejandrina] al preferirla ante el resto de lecturas de estilo «Occidental» o Bizantino yace esencialmente en la evidencia interna de las lecturas… es sobre esa base que la mayoría de los críticos contemporáneos, aun cuando rechacen las reconstrucciones histórica de ellos [Westcott y Hort’s], continúan siguiéndolos en cuanto a considerar el Texto Mayoritario como secundario.52
En otras palabras Westcott y Hort —sin conocer los antiguos papiros que se han descubierto desde su época— sintieron que el texto mayoritario era inferior debido a la evidencia interna. (Los papiros simplemente confirmaron su punto de vista). «Los partidarios del texto mayoritario objetan muy vigorosamente el uso de criterios de evidencia interna. Estos criterios, afirman ellos, son solo generalizaciones amplias acerca de las tendencias de los escribas que a veces resultan equivocadas y frecuentemente en cualquier caso se cancelan mutuamente».53
Hay algo de verdad en este punto: De hecho Fee, un opositor ardiente del texto mayoritario, ha argumentado de igual manera. Pero el hecho de que la evidencia interna pueda ser subjetiva no significa que toda ella es igual de subjetiva. El «eclecticismo razonado» sostiene hoy que varios criterios de evidencia interna son «verificables objetivamente»54, o prácticamente lo son. Y donde se aplican ellos, el texto mayoritario (así como también el texto Occidental), casi siempre presentan una lectura inferior, mientras que los manuscritos Alejandrinos casi siempre tienen una lectura superior.55
Se puede consultas, por ejemplo el A Textual Commentary on the Greek New Testament (Comentario textual al Nuevo Testamento en griego) de Metzger para ver las razones de preferir una lectura sobre otra. Algunos criterios en cuanto a la evidencia interna son muy subjetivos —pero no todos. Se deben observar especialmente los lugares donde Metzger defiende los puntajes calificados con una «A» en el texto de SBU.56
Aquí es necesario hacer otro comentario. Parece que los partidarios del texto mayoritario recurren demasiado a la evidencia externa porque ellos desean que haya certeza sobre la redacción original en cada lugar.57 Pero incluso en el texto Bizantino, hay cientos de grietas donde no surge ninguna clara mayoría.58 Un estudioso encontró recientemente 52 variantes en el texto mayoritario tan solo en dos versículos.59 En esos casos, ¿cómo hacen los partidarios del texto mayoritario para decidir cuál es la lectura original? Si la evidencia externa es totalmente subjetiva, entonces en esos lugares el punto de vista mayoritario no tiene solución y no hay ninguna certeza. Tal vez por eso es que Pickering dijo recientemente: «No sólo no nos es posible actualmente especificar la redacción precisa del texto original, sino que se requerirá de tiempo y esfuerzos considerables antes de que estemos en posición de poder hacerlo».60
En resumen, aunque la evidencia interna es subjetiva, no toda es igualmente subjetiva. Y precisamente donde la evidencia interna es «objetivamente verificable» (o prácticamente lo es) que la mayoría de estudiosos de hoy sostienen que el texto mayoritario contiene una lectura secundaria. Además en la búsqueda por la certidumbre, el texto mayoritario es peor en muchos sentidos que el eclecticismo razonado.61
El lector debe recordar una vez más un punto presentado anteriormente. Aunque la investigación textual no puede todavía presentar con certidumbre la redacción exacta del original, esta incertidumbre afecta sólo el dos por ciento del texto. Y en ese dos por ciento siempre existe apoyo para lo que dijo el original —nunca queda uno en simples conjeturas. En otras palabras, en los manuscritos existentes no sólo existe ese 90 por ciento del texto original —sino que existe un 110 por ciento. La investigación textual no está interesada en reinventar el texto original, sino que está interesada en descartar el texto espurio, en quemar la escoria para obtener el oro.

Conclusión

¿Es el texto mayoritario idéntico al texto original? El que esto escribe piensa que no. No hay razones doctrinales que lo obligue a creer que así es, y cuando se pesa la evidencia —tanto la externa como la interna— la evidencia lo lleva contra ese punto de vista. ¿Significa eso que el texto mayoritario no tiene valor? De ninguna manera. Por una razón, el texto mayoritario concuerda con el texto crítico el 98 por ciento de las veces. Por otra razón, algunas lecturas Bizantinas aisladas son antiguas y cuando tienen buenas credenciales por la evidencia interna, el eclecticismo razonado las adopta como la lectura original. Pero esto no es, de ningún modo, una adhesión incondicional al texto mayoritario. Y ese es precisamente el asunto de que trata este artículo.
Fuentes:

1 El 21 de febrero de 1990, Wilbur N. Pickering, presidente de la Sociedad del Texto Mayoritario, dio una conferencia el Dallas Theological Seminary sobre el texto mayoritario y el texto original. El tomó la posición de que los dos son prácticamente idénticos. El escritor del presente artículo respondió el 23 de febrero. Este artículo es una adaptación de esa respuesta.

2 Zane C. Hodges: Defensa del texto mayoritario, Dallas: Dallas Seminary Book Room, s.f., p. 1.

3 Daniel B. Wallace, «Unos pensamientos posteriores sobre el texto mayoritario», en Bibliotheca Sacra 146 (Julio–septiembre 1989), 270–90.

4 Editado en inglés por Zane C. Hodges and Arthur L. Farstad. Nashville: Thomas Nelson, 1982.

5 Wilbur N. Pickering, «An Evaluation of the Contribution of John William Burgon to New Testament Textual Criticism» [Una evaluación a la contribución de John William Burgon a la investigación textual del Nuevo Testamento] (ThM tesis, Dallas Theological Seminary, 1968), p. 86.

6 Ibid., p. 91.

7 Más recientemente, Pickering ha vinculado tan estrechamente la inspiración y la preservación que llega a sostener que negar la una es negar la otra. « ¿Vamos a decir que Dios no fue capaz de proteger el texto de Marcos o que a él simplemente no se le podía molestar? Yo no veo otra alternativa, sino o que no pudo o no le importó. Cualquiera de esas opciones es fatal a la afirmación que el evangelio de Marcos es “inspirado por Dios”» («Marcos 16:9–20 y la doctrina de la inspiración» [documento no publicado que se distribuyó a los miembros de la Sociedad a favor del Texto Mayoritario, septiembre de 1988], p. 1).

8 Wilbur N. Pickering: The Identity of the New Testament Text (La identidad del texto del Nuevo Testamento), 2.ª ed., Nashville: Thomas Nelson, 1980, p. 32. Nadie negaría hoy que este fue el punto de partida de Hort. En efecto, los críticos textuales modernos han reconocido que Hort dependió demasiado enteramente de Alef y de B —tanto que las ediciones de las SBU (Sociedades Bíblicas Unidas) han adoptado cotejos de lecturas que son atestiguadas por el texto de tipo Bizantino (y otros testigos) frente a estos dos códices. Precisamente porque los críticos textuales modernos no comparten las mismas presuposiciones rígidas que mantenía Hort, es que les es posible a ellos ver el valor de otras lecturas que no se encuentran en estos dos textos unciales. A este respecto, las presuposiciones de los partidarios del texto mayoritario gobiernan sus métodos de una manera más drástica que lo que lo hacen las presuposiciones de los que son partidarios del eclecticismo razonado. De hecho, los partidarios del texto mayoritario frecuentemente ven el asunto de una manera tan de blanco o negro que incluso si se demostrara que una lectura del texto mayoritario es falsa, toda la teoría se desplomaría. Hort mantenía lo opuesto (ninguna lectura definidamente Bizantina es original), y los partidarios del la teoría del texto mayoritario siguen escribiendo de una manera triunfalista cuando pueden probar que Hort está equivocado en este punto, asumiendo generalmente que de esa manera el eclecticismo razonado también está equivocado.

9 Pickering, «An Evaluation of the Contribution of John William Burgon to New Testament Textual Criticism», p. 90. Las primeras cursivas se añadieron; las segundas son originales de Pickering.

10 Pickering, The Identity of the New Testament Text [La identidad del texto del Nuevo Testamento], p. 154.

11 Es digno de notar que Pickering cambió la redacción, la cual es diferente en su tesis de maestría y luego en el libro The Identity of the New Testament Text. Lo que él llamaba en su tesis «la doctrina de la preservación», se convierte, a lo más, en una «presuposición» en el libro Identity. Esta alteración eufemística enmascara el verdadero asunto: negar la teoría del texto mayoritario es abrazar una herejía. En un lugar él incluso afirma que: «En opinión del autor, los estudiosos y las instituciones educativas que han propagado la teoría de Hort y el texto (Nestle es en esencia Hortiano) cargan con una pesada responsabilidad por la creciente duda e incredulidad que se presentan a través de la Iglesia. La deserción “neo evangélica” de la inerrancia de la Escritura es un botón de muestra»” («An Evaluation of the Contribution of John William Burgon to New Testament Textual Criticism», p. 90). Con esa declaración radical ha condenado a B. B. Warfield y D. A. Carson, al gran número de estudiosos de la Evangelical Theological Society [Sociedad Evangélica de Teología] (cuya declaración doctrinal sostiene firmemente la inerrancia de las Escrituras) y a casi toda la facultad del Dallas Seminary—para no mencionar al primer lector de su propia tesis, S. Lewis Johnson, Jr.

12 En 1980 Pickering sostenía que: «Cualquier persona pensante se dará cuenta que es imposible trabajar sin presuposiciones —pero se debe hacer un esfuerzo para dejar que la eviencia cuente su propia historia. No es lícito declarar a priori lo que debe ser una situación, basados en las presuposiciones de uno» (The Identity of the New Testament Text, p. 153). Pero esta tesis, la cual sin ninguna vergüenza declara su posición doctrinal, precede 12 años al libro.

13 Ibid., p. 153 (cursivas suyas).

14 Pickering, «An Evaluation of the Contribution of John William Burgon to New Testament Textual Criticism», p. 90.

15 Aunque Pickering no suministra ningún texto que pruebe su punto de vista de la doctrina de la preservación, él la ve como corolario lógico de la inspiración: «Si las Escrituras no han sido preservadas entonces la doctrina de la inspiración es puramente un asunto académico que no tiene relevancia para nosotros hoy en día. Si no tenemos las palabras inspiradas o no sabemos con precisión cuáles son, entonces la doctrina de la inspiración es inaplicable» (Ibíd., p. 88). En otro lugar el afirma que la incertidumbre sobre el texto no sólo hace inaplicable la inspiración sino también falsa («Marcos 16:9–20 y la doctrina de la inspiración», p. 1). Hay muchas falacias en este pensamiento, tanto a nivel histórico como a nivel lógico. Históricamente, sólo a partir de 1982 ha estado disponible el The Greek New Testament according to the Majority Text (que en adelante se mencionará como el Texto Mayoritario). En consecuencia, asumiendo que este es una exacta reproducción de los autógrafos, la doctrina de la inspiración fue inaplicable por casi 2000 años. Lógicamente se hacen tres observaciones: a) Equiparar la inspiración con el reconocimiento que hace el ser humano de lo que es inspirados (con todas sus particularidades) pone virtualmente a Dios a merced del ser humano y requiere que el ser humano sea omnisciente. La carga es tan grande que un método de investigación textual de sólo contar cabezas es la única forma en que el ser humano puede ser «relativamente omnisciente». ¿En qué otra área de la enseñanza cristiana se requiere el reconocimiento del ser humano para que una doctrina sea verdadera?; b) El argumento de que eclecticismo razonado «no tiene las palabras inspiradas» implica que los críticos textuales deben constantemente recurrir a conjeturas al hacer enmendaciones —i.e., reinventar de la nada el original como si estuviera allí. Pero esa no es una acusación válida. Los investigadores que siguen el método del eclecticismo razonado no recurren a conjeturas al hacer las enmendaciones —hay una base textual para las lecturas que ellos seleccionan. En consecuencia, es cierto que las palabras originales se encuentran ya sea en el texto o en el aparato textual; c) Incluso los partidarios del texto mayoritario «no saben con precisión» cuáles son las palabras originales en cada lugar, como el mismo Pickering admite (The Identity of the New Testament Text [La identidad del texto del Nuevo Testamento], p. 150). Realmente esta clase de argumento es más apropiado para los defensores del Textus Receptus. Puesto que este argumento se va en contra de los partidarios del texto mayoritario, no tiene lugar en la discusión.

16 Para ver un crítica excelente véase Bart D. Ehrman, «New Testament Textual Criticism: Quest for Methodology» [Crítica textual del Nuevo Testamento: la búsqueda de una metodología] (MDiv tesis, Princeton Theological Seminary, 1981), pp. 140–52. Además, cualquier posición sobre la preservación debe ser válida para los dos testamentos, si no se quiere se acusado de marcionismo. Pero virtualmente todos los críticos textuales del Antiguo Testamento —aun los que abrasan la inerrancia—reconocen la necesidad, rara no obstante, de conjeturar en algunas enmendaciones (y significantemente algunas conjeturas de una generación anterior han encontrado apoyo en los testimonios más antiguos del texto hebreo encontrados en Qumrán). Esto difícilmente se aviene con la teoría del «texto mayoritario».

17 Harold W. Hoehner sugirió este argumento y analogía (en entrevista personal).

18 Pickering afirma: «En términos de cercanía al original, la versión del Rey Jaime y el Textus Receptus han sido lo mejor que ha estado disponible hasta ahora. En 1982 Thomas Nelson Publishers publicó una edición crítica del Texto Tradicional (Mayoritario, “Bizantino”) que tuvo como editores a Zane C. Hodges, Arthur L. Farstad y otros, la cual no demostrará estar muy cerca al producto final, creo yo. En ella tenemos un excelente texto griego provisional para usarlo hasta que se cuente la historia final y completa» (The Identity of the New Testament, p. 150).

19 Bruce M. Metzger, The Text of the New Testament, 2.ª ed., Oxford: Oxford University Press, 1968, p. 100.

20 P.ej., 1 Juan 5:7–8 y Apocalipsis 22:19.

21 Pickering no estaba conciente de as muchas diferencias entre el Textus Receptus y el Texto Mayoritario cuando escribió esta nota. Originalmente, él calculaba que había entre 500 y 1000 diferencias («An Evaluation of the Contribution of John William Burgon to New Testament Textual Criticism», p 120). Pero en vista de las 2000 diferencias «pureza» se hace un término un tanto elástico que deja de ser de consideración doctrinal.

22 Pickering no tiene conciencia evidente de ellos. Gordon Fee dice que Pickering «ignora literalmente decenas de estudios eruditos que contradicen su afirmación» y afirma que: «la bibliografía que se pasa por alto aquí es tan numerosa que difícilmente cabe en una nota al pide de página. Por ejemplo, sé de once estudios diferentes solamente sobre Orígenes que contradicen toda la discusión de Pickering y de ninguno de ellos se reconoce siquiera su existencia» («A Critique of W. N. Pickering’s The Identity of the New Testament Text: A Review Article», en Westminster Theological Journal 41 [1978–79]: 415).

23 Bart D. Ehrman, Didymus the Blind and the Text of the Gospels (Dídimo el ciego y el texto de los evangelios), Atlanta: Scholars Press, 1986, p. 260 (cursiva añadida). Lo que después confirma esto es que Orígenes, el gran estudioso textual cristiano, habla de las variantes textuales que existían en la mayoría de manuscritos de su época, que hoy son minoría y viceversa. Dando por sentadas a los partidarios del texto mayoritario todas las concesiones gratuitas, aquí por lo menos se demuestra que el texto mayoritario no «estaba disponible» a los cristianos de Egipto.

24 Pickering, «An Evaluation of the Contribution of John William Burgon to New Testament Textual Criticism», p. 93.

25 D. A. Carson, The King James Version Debate: A Plea for Realism (El debate sobre la versión del Rey Jaime: un llamado al realismo). Grand Rapids: Baker Book House, 1979, p. 56. El presenta autor cree que Carson quizás ha exagerado ligeramente el caso. Él podría haber dicho más prudentemente: «Ninguna variante viable afecta ninguna doctrina importante». Pero se admite fácilmente que él está prácticamente solo en esto; ningún otro crítico textual, hasta donde él sabe, se adhiere a sus términos tan decididamente. Hay algo más que se debe mencionar aquí: la declaración de Carson de que las doctrinas cristianas no están en peligro por las variantes textuales están basadas en la evidencia de los manuscritos, no en la doctrina de la preservación. Este es un buen ejemplo en el cual la evidencia dicta la forma de la proposición, no viceversa.

26 Algunas veces se alega que la ascensión de Cristo no está en los textos occidentales (p.ej., Theo. P. Letis, «In Reply to D. A. Carson’s “The King James Version Debate”», in The Majority Text: Essays and Reviews in the Continuing Debate, ed. Theo. P. Letis. Fort Wayne, IN: Institute for Biblical Textual Studies, 1987, pp. 199–200). Eso no es cierto. Aunque alguna porción del texto Occidental omite la ascensión en Lucas 24:51, la retiene en Hechos 1:11 (unos pocos testimonios del texto Occidental omiten la segunda mención «al cielo» [εἰς τὸν οὐρανόν], pero no la tercera mención «al cielo»). (Estos testimonios del texto Occidental no los siguen los editores del texto de las Sociedades Bíblicas Unidas (SBU)). Además esta doctrina está implícita a través del libro de Hebreos y en 1 de Pedro 3:21–22. Se debe enfatizar que aunque ocasionalmente un texto que prueba una doctrina determinada se altera o elimina en los manuscritos, nunca esa doctrina se elimina completamente. También la acusación va en ambas direcciones. El hecho de que el Texto mayoritario altere el Comma Johanneum (1 Juan 5:7–8) (contra el Textus Receptus) significa que ha eliminado el texto que da la prueba más contundente de la Trinidad en el Nuevo Testamento (No obstante la afirmación ortodoxa de la Trinidad no depende del Comma Johanneum).

27 Realmente este número es un poco alto, porque puede haber varias variantes de un problema textual particular, pero sólo una de ellas podría presentarse en un texto rival impreso. Sin embargo este punto no es para preocuparse. Si los porcentajes para el texto crítico disminuyen los del Textus Receptus también a su vez disminuirán.

28 Zane Hodges es mucho más prudente en la forma como él vincula la doctrina de la preservación y la teoría del texto mayoritario (pero véase Ehrman, «New Testament Textual Criticism: Quest for Methodology», pp. 140–52). En su trabajo en paleografía, Hodges ha demostrado realmente que el texto mayoritario es un texto minoritario en varios lugares (véase Wallace, «Some Second Thoughts on the Majority Text», pp. 270–90). Previsiblemente, debido a que la doctrina de la preservación es más fundamental al punto de vista de Pickering, él piensa que Hodges se equivoca al adoptar lecturas de textos minoritarios.

29 Irónicamente Pickering no se da cuenta de que se está mirando en un espejo cuando escribe: «A través de este trabajo se han mencionado abundantemente los escritos de autores como Aland, Colwell, y Zuntz quienes parecen estar cerca a la opinión de Burgon en un buen número de detalles dentro de todo el campo. Y aun así, es obvio que estos autores no respaldan la posición básica o el método de Burgon. ¿Por qué? Posiblemente ellos tienen dificultad en liberarse de las presuposiciones que les inculcaron durante sus días de estudiantes. Parecen reaccionar consecuentemente a la evidencia en puntos aislados, pero no les es posible romper la estructura de Hort. Parece haber una necesidad teológica subconsciente a no reconsiderar el status del texto “Bizantino”» seriamente («An Evaluation of the Contribution of John William Burgon to New Testament Textual Criticism», p. 110). La acusación de «necesidad teológica» pareciera aplicarse más a Pickering que a los autores que él cita.

30 The Greek New Testament according to the Majority Text, p. xi. Hodges y dan un segundo principio: «2) la decisión final acerca de las lecturas se debe hacer sobre la base de una reconstrucción de su historia en la tradición del manuscrito.» (p. XII). Pickering no acepta este segundo principio tan válido y en consecuencia se separa de Hodges en este punto. Para una crítica del principio paleográfico véase Daniel B. Wallace, «Some Second Thoughts on the Majority Text», pp. 282–85.

31 El 21 de febrero de 1990 en su conferencia en el Seminario de Dallas, Pickering afirmó que su método era mucho «más complejo que solamente contar cabezas». Pero en The Identity of the New Testament Text él deja la clara impresión de que precisamente ese es su método (véase especialmente el «Apéndice C», que trata con la probabilidad estadística). Parece que él ha confundido el método con el fundamento del método. El fundamento puede ser más o menos complejo, pero el método es muy simple: «contar cabezas».

32 The Identity of the New Testament Text, «Apéndice C: The Implications of Statistical Probability for the History of the Text», pp. 159–69.

33 Véase la útil discusión de Bruce M. Metzger en The Early Versions of the New Testament: Their Origin, Transmission and Limitations [Las versiones antiguas del Nuevo Testamento: Su origen, transmisión y limitaciones]. Oxford: Clarendon Press, 1977, pp. 285–93.

34 Ibid., pp. 125–33.

35 Los partidarios del texto mayoritario apelan a la Siríaca Peshita afirmando que es del siglo segundo y que es una traducción del texto bizantino. Sin embargo, aunque la investigación reciente ha reconocido que la Peshita puede haberse originado antes del año 431 d.C., también ha concluido que 1) esta no es la forma más antigua del texto en siríaco, probablemente encuentra sus orígenes a finales del siglo cuarto, y 2) su afinidad textual no está completamente clara (véase ibid., pp. 56–63).

36 Ibid., p. 385. Él añade: «Al mismo tiempo no pocas lecturas del tipo Occidental están incrustadas en esta base Antioquena, muchas de las cuales concuerdan con los testimonios de la versión Latina.»

37 Hay tres puntos más que se pueden mencionar. Primero, los partidarios del texto mayoritario son muy aficionados a afirmar que puesto que las raíces del texto mayoritario están envueltas en el misterio, no deben haber venido de una recensión deliberada. Ellos argumentan sobre la analogía de una versión, la Vulgata Latina (porque se conoce históricamente que la produjo Jerónimo). Pero la Vulgata es más la excepción que la regla. Metzger señala, por ejemplo: «La fecha exacta de la primera versión Latina de la Biblia, o ciertamente de cualquier parte de la Biblia, es incierta. Es notable que las iglesias latinas parecen no haber retenido ningún registro de este gran evento histórico para ellas. Los escritores patrísticos latinos no relatan ninguna leyenda o tradición que hable de este asunto» (ibid., p. 286). En consecuencia, las raíces desconocidas de una tradición particular no llevan a argumentar que ella se remonta al original.

Segundo, los manuscritos existentes de las versiones virtualmente triplican en número a los manuscritos griegos existentes (i.e., existen casi 15000 manuscritos de las versiones). La gran mayoría de ellos (mayormente 10000 copias de la Vulgata) no confirman el texto Bizantino. Si lo que se desea es hablar de la mayoría, ¿por qué restringir la discusión sólo a los manuscritos griegos existentes y no incluir los testimonios de las versiones en latín?

Tercero, con respecto a la apelación que hace Pickering a la doctrina de la preservación: Argumentar que el texto puro ha estado fácilmente disponible para los cristianos por más de 1900 años debe hacer referencia sólo a los cristianos que sabían griego. Y eso sólo se aplica a un pequeño rincón del mundo después del siglo cuarto. El hecho de que la Vulgata Latina se parezca más al texto Alejandrino que al texto Bizantino significa que los cristianos de occidente nunca tuvieron fácil acceso al así llamado texto puro. No es relevante que la Vulgata sea una versión; el señalamiento de Pickering a la doctrina de la preservación se relaciona con el uso, como él muestra en su cita en cursiva de Mateo 4:4. Y si se relaciona con el uso, entonces no se puede restringir al griego.

38 Incidentalmente, en su discusión de 1 Timoteo 3:16 Pickering sugiere que las versiones Siríaca, Copta y Latina más antiguas adoptaron una lectura («el») que se basó en una lectura corrupta («quien») del texto original («Dios») («El texto mayoritario y el texto original: Respuesta a Gordon D. Fee», en The Majority Text: Essays and Reviews in the Continuing Debate (El Texto Mayoritario: Ensayos y revisiones en el debate que está en desarrollo), p. 39). Él no sólo no explica cómo una corrupción de una corrupción puede haberse colado tan rápidamente sino que aparentemente no reconoce que llamar corruptas en este punto a estas versiones es negar su propio punto de vista de la doctrina de la preservación.

39 Las versiones también aclaran la situación de otra manera. Metzger se refiera a «Orígenes y Jerónimo, cuya continua labor investigativa sobre el texto de la Biblia está dentro de las más sobresalientes de cualquier época» (Bruce M. Metzger, «The Practice of Textual Criticism among the Church Fathers», en New Testament Studies: Philological, Versional, and Patristic[Leiden: E. J. Brill, 1980], p. 189). Además, Metzger argumenta: «Orígenes y Jerónimo están entre los escritores patrísticos más destacados de las Iglesias de Oriente y Occidente respectivamente» («St. Jerome’s Explicit References to Variant Readings in Manuscripts of the New Testament» ibid., p. 199). Es bien sabido que Orígenes usó un texto Alejandrino. Y Jerónimo, que produjo la Vulgata Latina con base en los mejores manuscritos griegos, «deliberadamente busco orientar la Vulgata Latina con el texto de tipo Alejandrino» (Metzger, The Early Versions of the New Testament: Their Origin, Transmission and Limitations[Las versiones antiguas del Nuevo Testamento: Su origen, transmisión y limitaciones], p. 359).

40 Este punto es importante porque los partidarios del texto mayoritario trabajan arduamente para probar simplemente la existencia del texto Bizantino, mientras asumen tácitamente que esto también probaría su superioridad numérica en los primeros siglos.

41 Aunque los partidarios del texto mayoritario quisieran negar que los escribas hicieron esto, tal negación destruiría otro argumento usado por los partidarios del texto mayoritario. Frecuentemente, ellos se basan en la obra de Arthur Vööbus sobre el texto de Rábulas de Edesa para desbaratar la idea de F. C. Burkitt de que Rábulas fue el que dio origen a la Siríaca Peshita. Pero al hacerlo, los proponentes del texto mayoritario hacen que la evidencia diga más de lo que realmente dice. Ellos argumentan que puesto que Rábulas no dio origen a la Peshita (un punto que Metzger considera como «probado» por Vööbus, y en lo que ahora están de acuerdo prácticamente todos los críticos textuales), esa versión debe ser más antigua, quizás tan antigua como originada en el siglo segundo (para una refutación de una fecha tan temprana, véase ibid., pp. 56–63).

¿Qué relación tiene esto con los cambios de los escribas a las citas patrísticas del Nuevo Testamento? Esto tiene que ver con el método que usó Vööbus para probar que Rábulas no dio origen a la Peshita: «A falta de un escrito extensor del mismo Rábulas, Vööbus analizó la traducción que hizo Rábulas al siríaco de Περὶ τῆς ὀρθῆς πίστεως de Cirilo de Alejandría, poco después de la controversia nestoriana del año 430. En esa traducción, en lugar de verter las citas que hacía Cirilo de la Escritura, Rábulas insertó la redacción de la versión Siríaca contemporánea —método que más de un autor seguía al traducir del griego al siríaco» (ibid., p. 58). Los partidarios del texto mayoritario tienen que reconocer esta inserción de una versión en uso sólo en una fecha tardía en lugar de la del escritor antiguo. De otra forma, uno de los pilares más fuertes (la supuesta fecha temprana de la Peshita) se caería al piso. Y una vez que ellos reconocen esto, otro pilar (que los antiguos padres debían haber usado el texto mayoritario, puesto que las copias tardías lo hacen) no puede sostener el peso que ellos le dan.

42 Frederic G. Kenyon, Handbook to the Textual Criticism of the New Testament (Manual deCrítica Textual del Nuevo Testamento), 2da ed. New York: Macmillan Co., 1912, p. 244. Pickering protesta contra este enfoque llamándolo « “manipulación” contra el TR». El dice: «La generalización se basa en la presuposición de que el texto Bizantino es tardío —pero este es precisamente el punto a demostrar y no se puede asumir» (The Identity of the New Testament Text, p. 73). Realmente, como señala Kenyon, aquí no hay ningún prejuicio contra el texto mayoritario. La premisa no es que el texto Bizantino es tardío, sino que era el mayoritario cuando se hicieron las copias de los escritos de los padres de la iglesia. Seguramente que los partidarios del texto mayoritario estarán de acuerdo. Además, si se asume que los escribas bizantinos hacían copias muy cuidadosas (como afirman los partidarios del texto mayoritario), entonces la alteración de un texto de un padre de la iglesia no puede deberse a descuido. Finalmente, con señala Fee, no es solamente la copia cuidadosa y esmerada de un texto de un padre de la iglesia la que la aparta del texto de tipo Bizantino; toda copia antigua se aparta del texto Bizantino (véase nota 44). A menos que los partidarios del texto mayoritario quieran argumentar que esas copias antiguas de los escritos de los padres de la Iglesia existen todavía porque no fueron usadas, ellos tienen que reconocer que las copias de los escritos de los padres perjudican mucho el punto de vista que ellos sostienen.

43 Es de notar que más recientemente Pickering ha argumentado usando ambos lados del asunto. En su refutación del artículo de Kurt Aland’s «The Text of the Church?» [«¿El texto de la Iglesia?»] (Trinity Journal 8 [1987]: 131–44), donde Aland suministra evidencia sustancial de que los antiguos padres no usaron el texto mayoritario, Pickering dice: « Algo que Aland no explica, pero que demanda absolutamente atención, es la medida en la cual estos antiguos Padres aparentemente no citaron ni los textos egipcios ni el Texto Mayoritario —casi la mitad de las veces. ¿Se debe interpretar esto como evidencia contra la autenticidad de los textos Mayoritario y Egipcio? Probablemente no, y por la siguiente razón: se debe distinguir cuidadosamente entre en mención, cita y transcripción…Toda “mención” Patrística necesita evaluarse con esta distinción en mente y no debe llevarse más allá de sus límites. En todo caso, la objetividad de Aland es sospechosa —todas sus declaraciones de evidencia necesitan verificarse por alguien que tenga una tendencia diferente a la de él» («The Text of the Church» [trabajo no publicado distribuido a los miembros de la Majority Text Society, Noviembre de 1989], p. 4).

En otras palabras, Pickering apela a por lo menos una pizca de reconstrucción por parte de la investigación textual de las palabras de un padre de la iglesia. Pero entonces sostiene en el siguiente párrafo: «John W. Burgon hizo en todas su obras numerosas referencias a las citas Patrísticas; Su catálogo de 86489 de ellas es el más extenso que se conoce (hasta donde yo sé)» (Ibíd.). Este comentario es en respuesta a la indicación de Aland de que los protagonistas del texto mayoritario «pasan completamente por alto las citas del Nuevo Testamento que se encuentran en los escritos de los padres de la Iglesia» (Aland, «The Text of the Church», p. 139). Pickering apela a un texto de los padres de la Iglesia que no ha estado sujeto a la investigación textual, usando manuscritos tardíos, como base para sugerir que el texto de tipo Bizantino es antiguo —e inmediatamente después critica a Aland porque Aland no hace un estudio de los textos de los Padres de la iglesia basado en la crítica textual.

44 Gordon D. Fee, «Modern Textual Criticism and the Revival of the Textus Receptus»[«Crítica textual moderna y el renacer del Textus Receptus»] Journal of the Evangelical Theological Society 21 (1978): 26.

45 Por ejemplo, respecto al comentario de Orígenes al evangelio de Juan, Fee dice que «en citas donde tenemos el más alto nivel de certeza, el texto de Orígenes es ciento por ciento de tipo Egipcio» («Origen’s Text of the New Testament and the Text of Egypt» [(«El texto de Orígenes del Nuevo Testamento y el texto de tipo Egipcio»], New Testament Studies 28 [1982]: 355).

46 Deben hacerse algunos comentarios aquí sobre el reciente estudio de Aland en el Trinity Journal, puesto que ese estudio parece contradecir esta declaración (cf. nota 43). Primero, no es un estudio crítico, tal como lo señala Pickering («The Text of the Church», p. 4).

Segundo, aun con todas las concesiones hechas en dirección al texto mayoritario, i.e., combinando porcentajes de lecturas que a) apoyan el texto mayoritario contra el texto Alejandrino y aquellas que (b) apoyan el texto mayoritario al igual que al texto Alejandrino, se encuentra que:


Marción (c. 160?) apoya el TM 28% de las veces (18% contra el Alejandrino);
Ireneo (d. 202) apoya el TM 33% (16.5% contra el Alejandrino);
Clemente de Alejandría (d. 215) apoya el TM 44% (15% contra el Alejandrino);
Orígenes (d. 254) apoya el TM 45% (17% contra el Alejandrino);
Hipólito (d. 235) apoya el TM 50% (19% contra el Alejandrino);
Metodio (280?) apoya el TM 50% (19% contra el Alejandrino);
Adamancio (d. 300) apoya el TM 52% (31% contra el Alejandrino);
Asterio (d. 341) apoya el TM 90% (50% contra el Alejandrino);
Basilio (d. 379) apoya el TM 79% (40% contra el Alejandrino);
Constituciones apostólicas (380?) apoya el TM 74% (41% contra el Alejandrino);
Epifanio (d. 403) apoya el TM 74% (41% contra el Alejandrino);
Crisóstomo (d. 407) apoya el TM 88.5% (40.5% contra el Alejandrino); etc.



Si estos escritores usaron el texto tipo Egipcio no es el asunto aquí; efectivamente, quizás Aland lo enfatiza demasiado (como Pickering hábilmente señala). Pero suponer que ellos usaron el texto Bizantino como el tipo de texto primario es demostrable que no es cierto antes del año 341 d.C. (compare a Asterio, arriba mencionado, con sus predecesores).

Tercero, Pickering argumenta que «cualquier afirmación que haga Aland a favor del texto tipo Egipcio, basado en estos Padres, es una afirmación que puede hacerse aún más enfáticamente a favor del texto Mayoritario» (p. 3). Pero esto solo sería cierto si el apoyo de los Padres a las lecturas del texto mayoritario fueran en apoyo de lecturas características del texto mayoritario. Si tales lecturas se encontraran en el texto Occidental, por ejemplo, entonces se daría por sentado ver necesariamente en ellas el apoyo al texto mayoritario a fecha tan temprana. En relación a esto es imperante notar que Hort sostiene que no se ha encontrado ninguna lectura característica del texto Bizantino en los escritos de los padres de la Iglesia en los tres primeros siglos, punto al que Fee hace eco.

47 Es notable que los partidarios del texto mayoritario reconocen que Crisóstomo no usó un texto Bizantino desarrollado —e incluso Focio, un escritor del siglo noveno, no fue conciente de esto. Ellos usan este argumento contra la idea de encontrar las raíces el texto Bizantino en una recensión oficial determinada. Cualesquiera sean los méritos de ese argumento, ellos deben reconocer que si Focio no usó el texto en el siglo noveno, entonces no pudo haber estado disponible incluso en ese tiempo. De hecho, hay alguna evidencia que sugiere que no fue sino hasta el siglo noveno o décimo que los manuscritos Bizantinos realmente concordaron grandemente con el Texto Mayoritario. Más de un estudio ha demostrado que a medida que fue pasando el tiempo el texto Bizantino se fue haciendo más uniforme y pareciéndose más alTexto Mayoritario.

48 Cuando se llega las lecturas Bizantinas en los padres de la iglesia o en algunos papiros, la evidencia no soporta la evidencia de que el texto de tipo Bizantino haya existido antes del siglo cuarto. Los partidarios del Texto Mayoritario parecen confundir «lectura» con «texto». Sólo haciendo eso pueden ellos afirmar que el texto mayoritario existió en los primeros tres siglos. Esto se puede ver por analogía. La versión del Rey Jaime (KJV por su sigla en inglés) es un «texto», como lo es la New American Standard Bible (NASB). Pero «en el principio era el Verbo» es una «lectura». El hecho de que se encuentre en Juan 1:1 tanto en la KJV [publicada en 1611, N. del T.] como en la NASB [publicada en 1971, N. del T.] no implica que la NASB in toto existió en 1611. (De hecho, cientos de frases y aun versículos completos de la NASB se encuentran en la KJV. Todos ellos son «lecturas» aisladas Aun cuando todas esas lecturas aisladas existieron en 1611, no es cierto que la NASB haya existido en 1611. Esa es la clase de inferencia que los partidarios del texto mayoritario tratan de hacer de las lecturas aisladas del texto Bizantino que existieron antes del siglo cuarto, se puede demostrar que casi todas se encuentran en otros textos de otros tipos.

49 Michael W. Holmes, «The ‘Majority Text Debate’: New Form of an Old Issue» [«El “Debate sobre el Texto Mayoritario”: Nueva forma de un asunto antiguo»] en Themelios 8:2 (1983): 17.

50 Bruce M. Metzger, «Patristic Evidence and the Textual Criticism of the New Testament» [«La evidencia patrística y la crítica textual del Nuevo Testamento», en New Testament Studies18 (1972): 379–400; idem, «Explicit References in the Works of Origen to Variant Readings in New Testament Manuscripts» [«Referencias explícitas en las obras de Orígenes a las lecturas variantes en manuscritos del Nuevo Testamento»] en Historical and Literary Studies, Pagan, Jewish, and Christian (Estudios históricos y literarios, paganos, judíos y cristianos) (Leiden: E. J. Brill, 1968), pp. 88–103; idem, «St. Jerome’s Explicit References to Variant Readings in Manuscripts of the New Testament» [«Referencias explícitas de san Jerónimo a las lecturas variantes en manuscritos del Nuevo Testamento»], en New Testament Studies: Philological, Versional, and Patristic (Estudios del Nuevo Testamento: filológicos, de versiones y patrísticos), pp. 199–210.

51 Holmes, «The “Majority Text Debate”: New Form of an Old Issue» [«El “Debate sobre el Texto Mayoritario”: Nueva forma de un asunto antiguo»]p. 17.

52 Ibid.

53 Ibid. Véase, por ejemplo, Pickering: «El defecto básico, tanto fundamental como serio, de cualquier caracterización basada en criterios subjetivos es que el resultado es tan sólo una opinión, no es algo verificable objetivamente» (The Identity of the New Testament Text, p. 93).

54 Véase Holmes, «The “Majority Text Debate”: New Form of an Old Issue»[«El “Debate sobre el Texto Mayoritario”: Nueva forma de un asunto antiguo»], p. 17.

55 Pero esto no siempre es cierto. En decenas de lugares los editores de los textos críticos modernos han adoptado una lectura Bizantina contra un alineamiento Alef-B (contra Hort). Esto ejemplifica dos cosas: 1) no sólo los criterios internos son a veces muy objetivos —porque la evidencia externa en tales casos está frecuentemente en contra de la lectura Bizantina— sino que demuestra la falsedad del cargo que hace Pickering contra los críticos textuales de «manipular el texto a favor de [sus] propias predisposiciones» (The Identity of the New Testament Text, p. 93); y 2) aunque el texto Bizantino no es antiguo, muchas lecturas Bizantinas lo son— y tiene el derecho de ser tenidas en cuenta cuando se considera la evidencia interna. Como este escritor ha sostenido en otros lugar, con base en la evidencia interna una cantidad de lecturas Bizantinas que no aparecen en los textos de los críticos textuales modernos necesitan ser tenidas en cuenta (cf. «Algunos pensamientos posteriores acerca del Texto Mayoritario» y «Una variante textual en 1 de Tesalonicenses 1:10: ᾿Εκ τῆς ᾿Οργῆς vs. ᾿Απὸ τῆς ᾿Οργῆς[, en Bibliotheca Sacra 588 [October–December 1990]: 470–79). Se debe tener en mente también que esas lecturas Bizantinas casi nunca son lecturas típicamente Bizantinas.

56 Que no haya muchos puntajes «A» (casi certeza sobre el texto original) en el texto de SBU no indica incertidumbre toral en los partidarios del eclecticismo razonado acerca del texto del Nuevo Testamento. Sólo se hace mención a 1440 problemas textuales, aunque hay más de 300000 variantes textuales entre los manuscritos. La gran mayoría no se mencionan porque los editores están bien seguros acerca de la lectura correcta y/o que talres variantes no afectan la traducción. De ahí que Pickering exagera su posición cuando él señala que puesto que hay quinientos cambios entre la primera y la segunda edición del texto de SBU aun cuando el mismo comité de cinco editores preparó ambas «se deduce que en tanto los materiales textuales se manejen de esa forma nunca estaremos seguros de la redacción precisa del texto griego» (The Identity of the New Testament Text, p. 18). Además la acusación se podría voltear: Pickering y Hodges aparentemente no concuerdan en más 150 ocasiones en la redacción del texto de Apocalipsis (y mucho menos en el resto del Nuevo Testamento). Los estudios paleográficos de Hodges lo llevan a adoptar un texto minoritario en más de 150 ocasiones en lo que respecta al libro de Apocalipsis.

57 Ciertamente es más objetivamente verificable contra los manuscritos que tratar con las variantes caso por caso. Véase en particular, Pickering, «An Evaluation of the Contribution of John William Burgon to New Testament Textual Criticism» [Una evaluación a la contribución de John William Burgon a la investigación textual del Nuevo Testamento], pp. 86–91. Se debe hacer mención en particular a este comentario: «Un rasgo prominente en el campo de la crítica textual en el campo del Nuevo Testamento es la confusión e incertidumbre predominantes… ya es hora de los los conservadores reconozcamos este factor y sus implicaciones» (ibid., p. 89). Además de este deseo (o insistencia) en la certeza forma parte integrante del vínculo inseparable entre inspiración y preservación al que especialmente apela Pickering.

58 Sería injusto decir que ninguna de esas grietas es importante (e.g., ἔχομεν/ἔχωμεν en Rom. 5:1).

59 Aland, en «The Text of the Church?» [«¿El texto de la Iglesia?»] pp. 136–37, comenta sobre 2 Corintios 1:6–7a. Para ser justo, Aland no establece si no hay mayoría clara 52 veces o si los manuscritos Bizantinos tienen unos pocos defectos 52 veces. Sin embargo su punto es que una suposición respecto a lo que constituye realmente una mayoría se basa en una evidencia defectuosa y parcial (p.ej., el aparato de von Soden), no en un examen real de la mayoría de manuscritos. Hasta que eso no se haga, es imposible hablar definitivamente acerca de los que se lee en la mayoría de manuscritos.

60 The Identity of the New Testament Text, p. 150.

61 Esta búsqueda por la certidumbre reemplaza frecuentemente la búsqueda de la verdad. Hay una distinción sutil entre las dos. La verdad es la realidad objetiva; la certidumbre es el nivel de aprehensión subjetiva de algo que se percibe como verdadero. Pero en al reconocer que la verdad es la realidad objetiva, es fácil confundir el hecho de esta realidad con lo tanto que uno conoce de ella. Frecuentemente, el método más dogmático de reconocimiento de la verdad, el que plantea las cosas en blanco o negro, se percibe como si el método mismo fuera la verdad. Muy frecuentemente gente de profundas convicciones religiosas tienen certeza de algo que no es cierto. Por ejemplo, los miembros de ciertas sectas frecuentemente mantienen sus posiciones tan dogmáticamente y con un fervor tan fiel que dan vergüenza a los evangélicos; hay estudiantes de primer año de griego a los que les gusta hablar del tiempo aoristo como significando una acción «de una vez por todas»; y casi todos quieren respuestas simples a los complejos interrogantes de la vida.

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